Mindfulness para Niños

En aras de buscar alternativas terapéuticas para trastornos como el de la ansiedad, la depresión, el dolor crónico y el déficit de atención, cada vez son más las investigaciones alrededor del Mindfulness o estado de conciencia plena. Son numerosos los beneficios que se han encontrado con tan solo unas cuantas sesiones de práctica basada en mindfulness. Mejora el estado emocional, ayuda a focalizar y mantener la atención, reduce los niveles de estrés y disminuye la percepción de dolor.
Algunas de las investigaciones han encontrado que niños entre 6 y 12 años que practican mindfulness han notado cambios en sus sistemas atencionales, logrando mantener su atención por periodos de tiempo más largos, además reportaron volverse más observadores, menos irritables, con mejores habilidades para controlar sus impulsos y manejar la frustración y por supuesto mejor rendimiento académico.
El Mindfulness, definido como la práctica de prestar atención plena al momento presente, para observar emociones, patrones de comportamiento y pensamientos, es hoy en día, una de las alternativas terapéuticas de mayor desarrollo científico en Europa y América del Norte (Bishop, 2002).
¿Cómo es que se consiguen tantos beneficios con este estado de conciencia plena? Aunque el conocimiento sobre los mecanismos de acción del mindfulness todavía presenta muchas limitaciones, los estudios de resonancia magnética funcional en personas que realizan mindfulness de manera regular en comparación con grupos controles, han mostrado que con esta práctica se activan redes neuronales y estructuras cerebrales implicadas en la atención, la percepción y las emociones, como por ejemplo, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal, lo cual mejora la autorregulación atencional y emocional.
Basados en dichas investigaciones, han ido surgiendo progresivamente programas de mindfulness para niños con la intención de enseñarles desde pequeños la práctica de la conciencia plena en el momento presente, basándose principalmente en la respiración, las sensaciones y las emociones. Lo anterior, bajo los fundamentos de la plasticidad cerebral que demuestra que el cerebro es un órgano plástico y puede cambiar sus conexiones neuronales e incluso su estructura y por lo tanto modificar patrones de pensamiento y conducta.
El mindfulness enseña a prestar atención al momento presente, percibirlo, notar cada cosa que nos rodea, identificar emociones y pensamiento sin juzgarlos, siendo autocompasivo, bondadoso y amoroso.
El programa de mindfulness de Sara Arrojo Montilla (2016), aplicado a educación infantil, plantea que con esta práctica los estudiantes logran ser conscientes de todo aquello que les rodea en cada momento, lo que a su vez aumenta los niveles atencionales y por lo tanto mejora el rendimiento escolar. Además, desarrolla conciencia por la respiración, siendo esta una herramienta para manejar el estrés y la frustración y facilita el control emocional a la hora de solucionar conflictos.
Está demostrado que la práctica de mindfulness produce efectos beneficiosos tanto en el campo mental como también físico y es cada vez más utilizada para generar conciencia sobre el propio cuerpo, las emociones y las relaciones con los demás, con el fin de formar seres humanos felices y capaces de disfrutar concientemente de todo lo que les rodea.
Basado en http://scielo.isciii.es/pdf/pap/v17n68/18_colaboraciones2.pdf